Amor comanche by Catherine Anderson

Amor comanche by Catherine Anderson

autor:Catherine Anderson [Anderson, Catherine]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 1992-01-01T05:00:00+00:00


Capítulo 12

Después del almuerzo, Jake volvió a su trabajo con el transporte de grava. Repetir el trayecto desde el molino a la canaleta de lavado varias veces le permitía observar a los otros mineros. De lo que no estaba tan seguro era de la utilidad de esa observación. Supuso que buscaba algo que le resultase peculiar. Alguien había tenido que dañar esas vigas en la mina y, según él, nadie estaba libre de sospecha.

En el fondo, deseaba que su padre no tuviese nada que ver con los accidentes. Esa posibilidad era difícil de aceptar antes pero ¿y ahora? Índigo ya estaba resentida con él por la boda. Le detestaría si supiese que su padre había estado a punto de matar al suyo. Jeremy había prometido que seguiría investigando en los archivos de Ore-Cal mientras Jake investigaba en Tierra de Lobos. Esperaba que, en vez de encontrar pruebas contra su padre, Jeremy pudiese probar que era inocente.

Cada vez que Jake arrojaba una carga de grava en la canaleta, miraba hacia donde estaba Índigo. Le habían confiado en matrimonio a una frágil joven que se enfrentaba a todo. Necesitó de toda su voluntad para no interferir cuando vio que ayudaba a Topper a devolver a su sitio un contenedor que se había salido de los raíles. Para su sorpresa, consiguió levantarlo. El peso era suficiente para romper la espalda de dos hombres y un muchacho.

Jake se encogió y miró para otro lado. Después, aunque sabía que no debía hacerlo, volvió a mirarla. Denver se acercó tranquilamente al contenedor. Índigo le miró por algo que el rubio dijo. Jake no pudo ver su expresión. Cerró los puños asiéndose con fuerza a los brazos de la carretilla.

El aire frío refrescó las mejillas ardientes de Índigo. Miró a Denver, consciente de las nubes cargadas de lluvia que amenazaban en el cielo detrás de él. Los altos pinos se balanceaban con el viento, anunciando tormenta. Los ojos azules de Denver brillaron en una mueca grotesca, anunciando también desapacibilidad, aunque de otra índole.

—¿Así que estás casada? —preguntó. Moviendo la cabeza a un lado, sonrió—. ¿Qué se siente?

Índigo miró a Topper, que la esperaba para seguir trabajando. Se dio la vuelta para coger los brazos del contenedor.

—Esa es una pregunta extraña, Denver. Es como preguntar a alguien qué siente por cumplir años. Un día es bastante parecido al otro.

—¿De verdad? Me sorprende que no te hayan puesto la correa.

Índigo sintió calambres en las manos. Observó la expresión fría de Topper al otro lado de la pila de mineral.

Denver rio.

—¿Sabes? Es divertido. Tu padre se rio de mí en la cara. Se indignó tanto aquella vez que traté de comprarte, ¿lo recuerdas? Estaba convencido de que nunca haría algo así. Y en realidad, lo que hacía era esperar una oferta mejor.

Índigo se estiró lentamente. Al darse la vuelta, notó que el pulso se le aceleraba.

—¿Qué estás diciendo? No tengo todo el día para tus juegos.

—Debo admitir que me molestó al principio. Pero ahora que he hablado con Rand sobre ello, no me siento tan mal.



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